La Casa de Outeiro, emplazada en el valle del río Quiroga, está rodeada de viñedos, pues su particular clima favorece no sólo este cultivo, sino también el de olivos, limoneros y naranjos. Ni el estado ruinoso, ni la naturaleza verde y exuberante que la invade han disminuido un ápice de su aire señorial, por eso cuando Noemí Álvarez y Juan Luis Vázquez la compraron, junto a las 32 hectáreas circundantes, le prometieron a Mercedes Maseda Fole, dueña del pazo, reconstruir la casa y sus seis siglos de historia. Y en ello están.
El viñedo
Mientras tanto iniciaron la plantación de 24 hectáreas de viñedo dentro de la finca en lo que se ha convertido en su principal parcela, de forma circular y construida en bancales, cuenta con ocho variedades de uva diferentes, 150 metros de desnivel, todas las orientaciones y diferentes tipos de suelo. Actualmente, camino del cuarto ciclo productivo es el laboratorio de la bodega. Cuentan además con otras dos pequeñas –media hectárea y una y media respectivamente– parcelas en el mismo valle, una 100% godello y la otra que incluye además un 25% de mencía. El resto de parcelas, todas cercanas al río Sil, apenas alcanzan las dos hectáreas con cepas de distintas variedades, algunas de más de 60 años de edad.
La gente
Noemí y Juan iniciaron este proyecto con una obsesión; poner en valor las variedades, parcelas, pueblos y extraordinarios parajes de la zona.
Por este motivo incluyeron en su proyecto a David Pascual, enólogo local, presidente de la Asociación Gallega de Enólogos y profundo conocedor de todos los secretos de los distintos terroirs y el comportamiento de las variedades en cada uno de ellos. Ampliaron su red humana con una cuidadosa selección de viticultores locales, cuya producción conocían bien, con los que establecieron alianzas estables y beneficiosas para ambas partes. Así realizaron sus primeras elaboraciones bajo la DO Ribeira Sacra que ahora han estructurado en tres gamas a las que han denominado origen, escudo e histórico, y como ellos mismos explican van de más fresco a más intenso, de más ligero a más estructurado, de más fruta a más crianza.
El escudo
Mencía Escudo debe su nombre al escudo de armas de la casa que espera en la bodega a ser devuelto a su lugar de origen cuando la obra esté completamente terminada. La primera añada fue la de 2020, al año siguiente no se elaboró al no superar de la calidad adecuada, sin embargo, la añada de 2022 fue equilibrada y de una maduración exquisita dando lugar a un vino elegante y expresivo que refleja tanto la pizarra roja de los suelos de los que proviene como su crianza en barricas de roble y que, guardado en óptimas condiciones, se podrá consumir hasta 2031. Desde la bodega abalan que esta etiqueta supone un salto que los lleva al siguiente nivel en su búsqueda de vinos de alta calidad representativos del terroir.